La adaptación de la educadora
Está claro que los niños "sufren" la adaptación, ese
momento de desapego, ese momento en que empiezan a vislumbrar lo que es la
libertad, ese momento en que llegan a un espacio nuevo y hay que aprender a
compartir (compartir, bendita palabra que trae más de un conflicto que otro día
trataremos), hábito, rutinas y más.
Por supuesto la sufre la mamá, ¿cuidarán bien a mi hijo, estarán
atentas, lo regañarán, llorará mucho, lo calmarán, ¿me echara de menos? todo
aderezado con ese sentimiento de culpabilidad que las madres tenemos tan a flor
de piel (incluida yo).
Pero ¿y la educadora? ¿Cómo vive estos procesos?
Bien, es complicado, todo el mundo espera de nosotras que
poseamos una varita mágica con grandes poderes, pero siento decir que no, y que
además no hay recetas ni pócimas mágicas.
Cuando un niño llega por primera vez al centro, es totalmente
diferente al resto, su carácter, la situación por la cual llega al centro, si
es primogénito o el segundo, etc...
La educadora tiene que desplegar todos sus sentidos para poder
adaptarse a las necesidades del niño.
Con algunos sirven los abrazos y besos, con otros la paciencia
de esperar, con otros la música, con otros los juegos, con otros las dulces
palabras, un abanico de posibilidades tan grande como niños nos encontremos.
La educadora entre llantos y caritas de penita tiene que lograr
que el niño logre ser feliz en el nuevo ambiente. Para ello, la educadora
también pasa por un proceso, adaptación en la cual ella piensa, ¿lo haré bien,
caeré bien a la familia, comprenderá la familia que el niño llore, se calmará
el niño y logrará superar la adaptación, sabré inculcar al niño nuevos
aprendizajes, serán los padres capaces de valorar todo el trabajo, llegará a
sonreírme la abuela que piensa que le he arrebatado a su pequeño tesoro?
Lo que sí puedo asegurar es que tanto las familias como nosotras
deseamos que esta adaptación sea lo menos traumática posible, sobre todo para
el niño, y lograr afianzar lazos de amistad entre la familia y el centro.
Así que ya sabéis, si sonríes a la educadora ella sentirá que
confías en ella y con seguridad su trabajo será más fácil y hasta es posible
que podamos ver algún truco de magia a través de su trabajo diario.
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