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jueves, 24 de septiembre de 2015

La adaptación de la educadora

Está claro que los niños "sufren" la adaptación, ese momento de desapego, ese momento en que empiezan a vislumbrar lo que es la libertad, ese momento en que llegan a un espacio nuevo y hay que aprender a compartir (compartir, bendita palabra que trae más de un conflicto que otro día trataremos), hábito, rutinas y más.

Por supuesto la sufre la mamá, ¿cuidarán bien a mi hijo, estarán atentas, lo regañarán, llorará mucho, lo calmarán, ¿me echara de menos? todo aderezado con ese sentimiento de culpabilidad que las madres tenemos tan a flor de piel (incluida yo).

Pero ¿y la educadora? ¿Cómo vive estos procesos?
Bien, es complicado, todo el mundo espera de nosotras que poseamos una varita mágica con grandes poderes, pero siento decir que no, y que además no hay recetas ni pócimas mágicas.

Cuando un niño llega por primera vez al centro, es totalmente diferente al resto, su carácter, la situación por la cual llega al centro, si es primogénito o el segundo, etc...
La educadora tiene que desplegar todos sus sentidos para poder adaptarse a las necesidades del niño.

Con algunos sirven los abrazos y besos, con otros la paciencia de esperar, con otros la música, con otros los juegos, con otros las dulces palabras, un abanico de posibilidades tan grande como niños nos encontremos.

La educadora entre llantos y caritas de penita tiene que lograr que el niño logre ser feliz en el nuevo ambiente. Para ello, la educadora también pasa por un proceso, adaptación en la cual ella piensa, ¿lo haré bien, caeré bien a la familia, comprenderá la familia que el niño llore, se calmará el niño y logrará superar la adaptación, sabré inculcar al niño nuevos aprendizajes, serán los padres capaces de valorar todo el trabajo, llegará a sonreírme la abuela que piensa que le he arrebatado a su pequeño tesoro?

Lo que sí puedo asegurar es que tanto las familias como nosotras deseamos que esta adaptación sea lo menos traumática posible, sobre todo para el niño, y lograr afianzar lazos de amistad entre la familia y el centro.

Así que ya sabéis, si sonríes a la educadora ella sentirá que confías en ella y con seguridad su trabajo será más fácil y hasta es posible que podamos ver algún truco de magia a través de su trabajo diario.


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